ORIGEN DE LA VIRGINIDAD COMO HECHO SOCIAL

 

ORIGEN Y DECADENCIA DEL HECHO SOCIAL DE LA VIRGINIDAD

Intentaré la reproducción de la reflexión sobre la virginidad, que redactara en ocasión de cursar un seminario con tesina en la cátedra de Sociología del Derecho en la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la Universidad del Litoral, usando los meros recuerdos y los conceptos rectores que generaron esa reflexión:

La Virginidad como Hecho Social, que consiste en valorar positivamente la necesidad de cumplir con llegar al matrimonio sin haber tenido relaciones sexuales, dentro de la definición de Durkheim de hecho social en su obra, Las Reglas del Método Sociológico, como: «…modos de actuar, pensar y sentir externos al individuo, y que poseen un poder de coerción en virtud del cual se imponen a él…» Se le imponen pero el individuo cree que son de su exclusivo arbitrio.

En  tanto hecho social, que Durkheim prueba como exterior al individuo en tanto le es anterior y le precede en el tiempo, tendrá un origen, una razón de existencia y – por lo que podemos observar – también una declinación. Este ocaso verificable también deberá tener sus razones.

Rige – y regía mucho más hasta el fin del segundo tercio del siglo XX – con la característica de ser una regla social. En los hombres constituyó siempre más una declaración o “preferencia” que una verdadera regla; si alguno la cumplía se acercaba más a la santidad que al normal de los hombres. De modo que se necesitaba el cenit axiológico, la santidad, no bastando con pertenecer en ese aspecto al ecuador axiológico. No había sanción social para su incumplimiento. En cambio, los hombres exigían a las mujeres su acatamiento: hasta el matrimonio debían mantenerse vírgenes. Los hombres tenían también tan internalizado ese hecho social, como que era en la mujer necesariamente observable, que sentían que una que no cumpliera con ese requisito no merecía ser la mujer elegida para siempre. La norma era muy fuerte y tenía muchas consecuencias, ninguna buena.

Algunos hombres, que realmente amaban a su novia, cuando descubrían que no había llegado virgen a la noche nupcial, se debatían en verdaderas cavilaciones y sufrimientos.

El origen de este hecho social puede rastrearse en la confluencia de situaciones muy antiguas propias de los orígenes mismos de dos de las ramas principales de la cultura de la humanidad, que se entroncaron en una sóla. Sin  mucho explorar, cualquier estudiante del Derecho Romano conoce las formas que asumía en la etapa más primitiva de ese derecho la importancia del “pater familiae”; una suerte de “dóminus” en el sentido originario de dueño, señor propietario, con señorío sobre su familia. Al punto de tener derecho de vida y muerte sobre sus hijos.

También, sin necesidad de investigaciones muy profundas, todos sabemos que el tronco de cultura, originariamente greco-romano, se unió aproximadamente unos quinientos años después de cristo (con la conversión del emperador Constantino al cristianismo), a la tradición cristiana; que es la forma en que el judaísmo se hizo universal. Esa religión, hasta aquel momento tan insólita  que reducía su cosmovisión a un solo dios, siempre estuvo aislada y (salvo un intento de monoteísmo entre los egipcios, con Akenatón) no había sido ocurrencia de ningún otro pueblo, excepto el judío. Pero, mediante el nacimiento de esa “buena nueva” que le daba continuidad al viejo testamento, con el evangelio (el nuevo testamento: la buena nueva), al conquistar desde adentro al imperio romano, adquirió pretensiones universales. Aunque desde ese mismo momento evidenció el alejamiento del cristianismo de la conducta religiosa, entendiendo como tal una conducta espiritual de re-ligazón con dios, para transformarse más que de una ceomunidad de intereses espirituales, de una organización política, y como tal con voluntad de dominación.

«Entonces el `padre de la moza y su madre tomarán, y sacarán las señales de la virginidad de la doncella a los ancianos de la ciudad. Deuternonimio 22:15

Hasta entonces, todas las religiones esparcidas por el mundo, también dentro del mundo romano, eran las naturales, las que para cada necesidad o situación tenían una deidad. Pero el Evangelio (que, atento las consecuencias,  debió llamarse disangelio),  más que buena nueva constituía el repudio a la vida, a la soberanía de lo natural, a este mundo real, sustituyéndolo – en cuanto  al deseo y pretensión – por el irreal del post-mundo imaginario para después de la muerte, se esparció por la tierra. Y, de aquel mundo de muchos dioses, todos co-existiendo sin conflicto ni pretensión de hegemonía alguna, se pasó a una nueva realidad religiosa, al mundo del monoteísmo. Que, además de luchar por imponer al resto de los mortales este, su dios, el único y verdadero, en sintonía delatora con su antinaturalidad, también repudiaba la vida, denunciando al sexo como algo sucio y detestable. Imponiendo cotos y castigos a los que quisieran darle rienda suelta.

El hecho social de la virginidad nació de la síntesis del criterio propietario de la familia, y el criterio antivital del judaísmo monoteísta, plasmada en ese aborto cultural que predominó durante mil quinientos años más – con la sola excepción del período renacentista, durante el cual de manera efímera hubo un papa Borgia y una iglesia abriéndose a la naturaleza. Que duró poco. Porque con una dialéctica automática, mediante la Reforma protestante, lo más reaccionario del cristianismo primitivo – cuando la Iglesia Católica comenzaba su acercamiento a los valores griegos olvidados, gracias al renacimiento (cuando sus Papas ordenaban pintar desnudos en sus iglesias)- volvió a imponerse sobre la tierra, hasta con guerras religiosas de matanzas de igual calidad y superior cantidad a las del tribunal de la Inquisición.

Pero esa es otra secuela de la historia principal, la de la lucha entre la vida, el sexo, la libertad y el espíritu crítico. La de la adoración de trasmundos, del “otro mundo”, la abjuración de la vida por la muerte; la de la imposición del sometimiento y esclavitud a los sacerdotes;  de su poder, disimulando de religión a la  política; con lo más grave, la aceptación de la mayoría de una “educación” sistemática, haciendo caso omiso al pensamiento racional, para someterse a la infalibilidad del Vicario del Dios en la tierra; adiestramiento del pensamiento y de la psicología.

Hasta quinientos años después de Cristo, la virginidad era solamente una curiosidad, observable por  las sacerdotisas. Que se dedicaban a un dios y como tales no alternaban con humanos. Aunque en esos casos  cabe observar que se trataba de sacerdotisas, las que no existen en el cristianismo. Y, además, de distintos dioses. En el cristianismo, con un único dios, comienza el conflicto: si es único, “debe” ser verdadero, y los otros falsos. Nació la herejía.

Y no solamente obliga a creer en un solo dios, sino que esa religión, como el judaísmo, sostiene que se trata del “único dios verdadero”, con lo que aparece en el mundo de las religiones la lucha por la imposición de la creencia. Lo que hasta ese momento no era pretensión de ningún otro de los miles de dioses existentes y con devotos, ni un punto de conflicto entre los propios creyentes. Que podían creer en unos, en otros, en algunos, o en todos a la vez. Sin que implicara de ningún modo incoherencia o peor  aún “herejía”; lo que si fue un problema a partir de la difusión mundial del cristianismo. Todo esto es importante, porque así tomada la religión deja de ser tal (re-ligarse con dios) para ser política; es poder en manos de los sacerdotes y en el catolicismo, en el Papa. Lo que sutilmente permite a los sacerdotes invadir todos los ámbitos de la vida de sus súbditos; aprovechándose de ese poder omnímodo de la creencia obligatoria y generalizada, bajo un único mando.

Se instituyó así universalmente el concepto de  “pecado”, que hasta este fenómeno no había existido (fuera de la religión y cultura judía) ni como concepto ni como sentimiento, sobre todo de culpa, fundamentalmente. Como la culpa es el mejor mecanismo, el más astuto, para estar dentro de cada súbdito del imperio (o devoto de la Iglesia), contaba el Emperador (el Papa), con la vigilancia más perfecta posible, la del centinela de dios, el “remordimiento” de la conciencia. Había nacido el poder más subversivo de lo vital y el más torturador de la humanidad: el pecado, la culpa, el remordimiento, la “mala” conciencia. Todos los demás valores serían subordinados a la lucha contra la sexualidad.

Pues, a partir del entroncamiento de la forma romana de ver la familia (con un sentido de la propiedad, cosificante de las personas de dicha familia) con la manera sesgada de ver el sexo del judaísmo; hubo una simbiosis de ambas “ideologías”. Tal síntesis cultural, en el caso de la esposa, determinaba la necesidad de desposarse con alguien que nunca antes haya sido de nadie. Con la excepción de la categoría singular de la viuda.

La esposa debía ser “nueva”, contra todo lo que la naturaleza gritaba  a voces. [1]Debía no sentir, ya que ello implicaría pecado. Lo carnal era visto como un mal necesario. Aunque reprimible.

Tanto era así que al hombre que gozaba de  un permiso tácito, por lo menos antes del matrimonio, también después se le otorgaba una mayor libertad, sobre la base de asegurar que no perjudicaría con sus recreos sexuales fuera del matrimonio a la institución familia. La familia entonces era un señorío, un dominio, una propiedad, donde el titular, el pater familiae únicamente era sancionable si se le demostraba que “mantenía manceba”, no relaciones efímeras. Así lo sancionaba expresamente el Código Penal Argentino, definiendo que había adulterio, en la mujer, si se le demostraba una o más relaciones fuera del matrimonio. Y en el hombre, si se le probaba una relación duradera que implicara un desvío de intereses materiales y emotivos fuera del matrimonio, como decía: “si mantiene manceba”.

El liberalismo político y el sostenimiento de la  libertad individual, sumado al progreso tecnológico del capitalismo, derivó en que la búsqueda de la libertad en la mujer a fines del siglo XIX,  acreditada con la búsqueda del derecho a votar, y la esclavitud biológica de la mujer a la concepción involuntaria, a mediados del siglo XX con el descubrimiento de la “píldora” anticonceptiva, desembocó en la revolución sexual.  Ambas situaciones, una de idealismo liberal y otra fáctica de tecnología, dieron en los años sesenta del siglo XX,  libertad sexual a las mujeres.
La historia del hecho social de la virginidad, con la emancipación que adquirió la mujer de su cuerpo, con el método anticonceptivo eficaz de la píldora, comenzó a derrumbarse. Igualmente, como hecho social, seguía siendo una norma social internalizada en cada miembro de la sociedad. Pero había, en quienes sostenían un pensamiento crítico, o sea en quienes se preguntaban el porqué de cada imposición, un desprecio de ese hecho social. Dejando crecer el impulso natural de deseo, sin la represión que hasta el momento había tenido los pilares ideológicos del modo romano de ver la familia como un bastión de propiedad y dominio, y por el otro lado el pilar del modo judeo-cristiano de repudio del sexo. La Biblia ante lo irreprimible del deseo sexual, reconociendo su fuerza, aconseja: “mejor abrazarse en el matrimonio, antes que por la fornicación fuera de él, abrasarse en el infierno”. Casarse era el mal menor.

Tan contrarios al sexo eran los primitivos cristianos que los Padres de la Iglesia, San Jerónimo y otros, en sus escritos propiciaban la auto castración.

Pero en el siglo XX, además de la libertad propuesta en los países más liberales, como Holanda, se formaron congregaciones de hippies que manifestaban su disconformidad con el régimen burgués conservador, criando en conjunto los hijos de todos, por ejemplo. En Argentina fue famosa la comunidad de la flor solar. En ella los hijos eran de todos. Fue un experimento que, pese a que no prosperó, señaló un punto de inflexión para el cambio y la revolución sexual.

Así hubo autores, como Wilhem Reich, que era un psicólogo formado en la escuela psicoanalítica, pero que unía a ello su adhesión al marxismo. Escribió un libro sobre la Revolución Sexual, donde describía y analizaba la sociedad y su modo de tratar al sexo como uno de los elementos de la opresión de una clase social sobre otra. Además de combinar los elementos psicoanalíticos como parte de la batería de mecanismos de manipulación y represión vigentes y a punto de desaparecer.

Lo cierto es que a partir de allí puede – mediante encuestas que utilicen la pregunta indirecta, para evitar la influencia del prejuicio subjetivo o el temor a ser sancionado por transgresor – censarse el grado de vigencia del hecho social de la virginidad en el país. Así es que en Buenos Aires el porcentaje de no vírgenes es mucho más alto que en la ciudad de Santa Fe. Y en Mendoza mucho menos todavía que en Santa Fe. Esto puede explicarse por la llegada de las nuevas costumbres, desde los polos de mayor desarrollo económico – donde también es más nítido el cambio de tabúes   sexuales – a la Argentina. En Buenos Aires, puerto de entrada y metrópoli, se experimentan primero los cambios, y luego se extienden hacia el interior. En el interior los cambios de costumbre se frenan  desde los ámbitos menos desarrollados o más conservadores.

La circunstancia de que hay países donde el desarrollo, no solamente económico, es señero y provoca modificaciones en las costumbres, algunas veces a partir de ideas originariamente surgidas de libre pensadores (abonando las tesis de los filósofos idealistas), otras por la modificación de las circunstancias fácticas que determinaron cierto tipo de ideas y costumbres adecuadas a dichas ideas (respondiendo a una interpretación materialista de la historia), ineludiblemente, después se difunden en el resto de los países de la comunidad mundial. La rapidez de esa difusión está íntimamente ligada a los vasos comunicantes de los medios masivos de difusión.

Como en la época en que se hiciera la primera versión de esta tesis o ensayo no había la presión de la TV ni Internet, solo el cine permitía alguna acreditación de que los modos sexuales casi sin tapujos se estaban esparciendo a lo largo y ancho del mundo. Aunque no se haya todavía desterrado totalmente el hecho social en cuestión, no cabe duda que ha acelerado su ocaso.

Ha descendido el machismo y la discriminación, lo que no obsta  suponer que nunca dejarán de existir ese tipo de prejuicios y conductas dictadas por pensamientos basados más en un criterio de autoridad, que en un pensamiento que sopese los porqué de cada imposición antes de adoptarla mansamente; lo que sería el resultado del ejercicio del pensamiento crítico y la difusión del conocimiento en general sin prejuicios ni objetivos políticos de voluntad de dominación.

Hay que decir que el otro monoteísmo – el Islam – ha conservado plenamente el vigor del hecho social de la virginidad, al  punto de que las mujeres que la pierden fuera del matrimonio son expulsadas de la familia o asesinadas por los hermanos que no pueden soportar la deshonra.  Para  asombro de los holandeses o alemanes, esto sucede en sus paises con los inmigrantes mahometanos.

Hoy, como más arriba se dijo, la confluencia de la libertad individual causada por el liberalismo político, sumada al desarrollo tecnológico    causado por el afán de lucro y la competencia indudable del capitalismo al servicio de las necesidades humanas, más la crisis de las religiones, especialmente de la católica y secundariamente de las ramas protestantes del cristianismo, y el ateismo avasallantemente adoptado (aunque a veces sustituido por supersticiones y pensamientos también míticos e irracionales) han determinado la crisis del hecho social de la virginidad.

No es cierto que no exista más como hecho social, pero es de público y notorio que ya no se halla vigente con la misma intensidad. Lo que se aprecia, no solo mediante la encuesta de la pregunta indirecta, sino en la palpable forma en que la mayoría – en los países de libertades individuales, salvo los  teocráticos islámicos –  de los humanos refieren sus experiencias sexuales con mucha más libertad que hace cuarenta años atrás.

El daño y el sufrimiento causado no tiene parangón ni solución. Pero todavía alcanza algún grado de asentimiento en parte de la sociedad; cada vez menor.

Hubo un cambio de roles en la mujer y el hombre dentro de la familia; se igualaron mucho respecto de la obtención de trabajo. El desarrollo tecnológico no fue solo de la “píldora”, sino que la división del trabajo ya no necesariamente demandaba a la mujer dentro del hogar para las tareas hogareñas. Y, puesto que el avance tecnológico hizo desaparecer las ventajas del hombre por su fuerza bruta superior, otorgó mucho más tiempo de la mujer. La industria automatizada, por otra parte provocó más demanda de empleo capacitado. Todo ese trabajo calificado aumentó el interés en la educacióny fue estímulo para procrear menos cantidad de hijos e invertir más en cada uno de ellos.

Lo interesante es que la humanidad, sobre todo el género femenino, ha obtenido una independencia de la mera biología de su cuerpo, que la obligaba en la medida de la concepción inevitable o incierta. Y de todas las calamidades de la represión del deseo sexual, posiblemente el hecho social de la virginidad sea el más importante y el más representativo.

Hoy está claramente en crisis como hecho social, pero la virginidad de la mujer, soterradamente, para los hombres es un trofeo. No obstante en estos tiempos es “políticamente incorrecto”, que un hombre se exprese a favor del hecho social de la virginidad de la mujer.

Falta mucho todavía para la liberación sexual en serio, pero el tramo recorrido desde hace treinta años es mil veces superior a toda la evolución sucedida en los últimos mil quinientos años. El cristianismo con su resentida animadversión contra la vida, hizo que la humanidad viera al sexo como impuro, asqueroso y en el mejor de los casos, como un mal necesario. Lo orgiástico como sinónimo de vicioso, cuando el orgasmo es la sensación propia de lo pletórico, no solamente en el sexo sino en todos los órdenes de la vida. Hay orgasmo cuando lo aplauden a uno. Y también en cualquier momento de éxito. Es el “premio” espontáneo que la naturaleza prodiga a los triunfadores; en el amor y en la guerra, siempre los fuertes, sanos y liberados dicen sí a la vida y son recompensados con un sentimiento orgásmico. No se explica de otra manera que los seres humanos luchen tras sus objetivos, hasta cuando tienen plena conciencia de que serán objeto de repudio y sufrimiento.

Está en cada uno buscar la verdad en cada caso, practicando una visión inquisitiva  de la realidad, incluidos sus postulados y creencias,  sufriendo y disfrutando simultáneamente de ese camino de libertad con el menor prejuicio.


[1] Mucho después, irónicamente decía Wilde: “Me gustan las mujeres con mucho pasado y los hombres con mucho futuro.”


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4 respuestas a «ORIGEN DE LA VIRGINIDAD COMO HECHO SOCIAL»

  1. Avatar de Edgardo Manzitti
    Edgardo Manzitti

    Muy bueno pariente,Ud. está para
    más.
    Abrazo Edgardo
    PD: Tratemos de vernos,yo me voy de viaje (China)
    a la vuelta por noviembre mi celu es: 1544491591

  2. Avatar de marce
    marce

    En el 2011 el planteo filosófico o el análisis sobre “la virginidad” parece una humorada. Según lo que alguna vez leí el control sobre el sexo, el dinero y no me acuerdo que más han sido ordenadores sociales, es decir al no haber análisis de ADN no había forma de conocer el origen de la descendencia que a su vez tenía consecuencias sobre el dinero y el consecuente poder social. Por eso “la castidad” obligada de la iglesia, imaginate los bienes de la iglesia en sucesiones de hijos de origen desconocido, genial no?

  3. Avatar de Victoria Alberto
    Victoria Alberto

    Jorge me pareció muy bueno el análisis profundo sobre este tema. Quizás ya no tan candente, pero si importan de leer y transmitir!
    Poseo poco conocimiento sobre el cristianismo ya que ni siquiera estoy bautizada (por suerte mis padres dejaron a mi criterio tal elección), por lo que hubo muchas cosas de las que no sabia. Así que me vino genial para entender un poco mas de como llegamos a donde estamos; mayormente debido a esta institución religiosa que impuso sus reglas a todos y fueron por, miedo y comodidad, acatas por tanto tiempo.
    Hoy en día gozamos (casi globalmente),las mujeres, del reconocimiento de libertad por el simple hecho de existir. Sin embargo queda mucho trabajo por hacer y esta en su mayoría en nuestras manos. Necesitamos modificar el contenido de la tv, como principal influyente sobre DE QUE se habla, y COMO (teoría de la «agenda setting»). Lamentablemente este medio sigue fomentando la concepción de la mujer como objeto sexual. Los contenidos no aportan al desarrollo humano y cultural, ya que estos NO están basados en principios que avalen la libertad, la cooperación, la empatia, la «iluminación» a través del conocimiento, etc.
    El poder, hoy mas que nunca, está en nuestras manos. En saber discernir que ver
    y como verlo (juicio/criterio propio), y de esta forma contribuir al desarrollo individual y, como resultado, de toda la sociedad.

    Te agradezco que hayas hecho el esfuerzo de volverlo a escribirlo.
    Espero no te moleste que postee el link de este escrito en facebook. Me parece importante que otros puedan acceder a el, aunque sea para producir un mínimo interés sobre este asunto en jóvenes de mi generación.

    Un abrazo.
    Pd: disculpas por no responder antes, estoy a full con la facu y viajes (ahora en Bs As para un congreso de Relaciones Publicas).

  4. Avatar de Rual
    Rual

    La preferencia por mujeres vírgenes tiene un origen biológico que simplemente es reforzado por la cultura pero que no proviene de ella.

    La virginidad de la hembra garantizaba que esta no se encontrara embarazada y de esta forma el macho no tuviera que sacrificar mas de una década de su vida como proveedor de una cría que no era de él. Recuerden que hace cientos de miles de años no existían anticonceptivos ni pruebas de paternidad.

    Si bien, las cosas son diferentes en la época actual, esta preferencia instintiva aun continúa y tendrá que pasar mucho tiempo para que sea eliminada del proceso evolutivo.

    Sin embargo, la virginidad aun es importante por razones practicas. Se ha demostrado estadisticamente que los matrimonios o uniones en que la mujer llega virgen al matrimonio son los mas duraderos.

    A mayor numero de parejas sexuales (de la mujer) previas al matrimonio, mayores las probabilidades de que ese matrimonio o union no funcione. Esto tiene que ver con la oxitocina, una hormona femenina, responsable por la formación de vínculos afectivos entre macho y hembra, cuya producción disminuye con cada pareja sexual de la hembra.

    Me sorprende que hoy en día se busquen explicaciones «sociales» para todo y se ignore completamente la biología. Los llamados «estudios de género» son un excelente ejemplo de una ideología que se disfraza de ciencia y pretende engañarnos con la idea de que todo es una construcción social. La realidad es que hasta los mismos antropólogos reconocen el origen biológico de la cultura. Los psicólogos evolutivos, biólogos, etólogos, sociobiólogos, etc. nos quedamos impresionados con la enorme cantidad de información falsa que se difunde en medios de comunicación e incluso en universidades.

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