Me echas, empujándome
lejos de vos, muy lejos,
para que no te encienda
simulacros de amor.
(Si a tu amor columpiaste
al son de una ficción
que no te espante ahora
la sombra del amor)
Me empujas a buscar
(fuera de ti)
lo que no puedes dar.
Pero… si yo me fuera,
te buscaría igualmente
(en cada una de otras),
eso central y único
que, como una angustia,
me enmarañó contigo
desde tu primer llanto
cuando quedaste sola.
.
Yo sé que igual me quieres,
y que me necesitas,
aunque lo mismo insistas,
incitándome
a que me ponga lejos,
temiéndole al contacto
de tus nuevos sentires;
como a una prueba nueva
el aprendiz de mago.
Pero si lo lograras,
(aunque me echaras lejos
del centrífugo eje
de tu vacante sede,
– inabordable y rota –
que tanto temes dar),
yo no te dejaría
tan sola a vos contigo.
Lo mismo aguardaría
rebrotes del encanto
del que los dos gozamos;
dos orbes atraídos
por vértigos verbales
con el humor y el luto,
extirpando la pena.
E indagaría igualmente
eso que solo se halla
en medio de tu centro,
y que los dos sabemos
conforma nuestro duelo;
nuestro espacio gemelo.
Saldría a averiguar
por dónde anda tu sede
si sigue inaccesible
si continúa sola;
si la adiestró el olvido
o traiciona el recuerdo;
si me extrañas aún
requiriendo mi médula
para llenar tu fondo.
Deja una respuesta