EL ARISTOCRATA EXCLUIDO, o Maldita Legislatura

El once de agosto en la sección «Opinión» el columnista abusó de las libertades y ventajas del sistema de gobierno, sentenciando que no sirve. La libertad de prensa debe ser irrestricta, o sea sin censura previa; lo que no impide la responsabilidad por lo que se diga. Este dijo: El poder legislativo es inútil, la Legislatura es inútil. El autor de tal desparpajo es un hombre de pluma entrenada que, en pos de una imagen literaria de factura tan sencilla como menesterosa imaginación, tituló su artículo: «La aristocracia legislativa», con la premeditación de recaer en lo peor de la Revolución Francesa: las colectivas decapitaciones. Una suerte de Robespierre o Marat post-modernos. Recreó así, desde sus más viscerales tendencias, aquella violencia atávica que la humanidad todavía intenta mantener a raya, con mínima represión y mucha tradición cultural. ¿Olvídase el furibundo desencantado que el sistema que tilda de decadente es la consecuencia mas rescatable de aquella revolución? Claro que, ya se sabe, los jacobinos perviven aún, porque más que una ideología representan una tipología psicopatológica. De ahí que las revoluciones, como fractura social, dan cuenta de esas reacciones primitivas y cumplen con el aserto de: «Las revoluciones devoran a sus hijos». Me pregunto, este columnista, ¿Nació de un repollo? Qué argentino desconoce las consecuencias catastróficas de la seducción de la violencia; declamada por pretendidos salvadores de la patria en ambos extremos ideológicos. Por usar esa flaca ironía, detractando la República, con la irresponsabilidad propia de las más reaccionarias posiciones, podría colegirse que al crítico le habrían inoculado un virus de intelectualoide agresividad. Partió de descontar por acreditado que la legislatura es ineficaz, innecesaria y corrupta. Sin darse por enterado de sus, aunque fueren teóricas, características virtudes republicanas (no percibí ni un conjetural atisbo de ponerlas a salvo), menos se enteró de sus manifestaciones concretas en la provincia de Mendoza. Analicemos: LA INEFICIENCIA. La Informática de la Cámara de Diputados de Mendoza tiene, hace más de una década, prestaciones mejores que ningún otro sistema informático parlamentario del país, incluido el Congreso de la Nación. Cuando contemporáneamente el Poder Ejecutivo adquirió su equipo Informático (IBM), la decisión resultó vulnerable a la crítica más condescendiente, pues con similares características a la de Diputados, costaba cien veces más; Diputados pagaba menos de DIEZ MIL PESOS, contra UN MILLON mensuales en el Ejecutivo; compárese Organos. Para la época, el atrevido columnista era del equipo de Bordón. Para entonces el que escribe era Secretario Legislativo de la Cámara de Diputados, con participación en el diseño de pliegos y otorgamiento de la licitación del equipo informático (presidencia de Suárez); compárese funcionarios. LA CORRUPCION. Desde hace siete años (presidencia de Marchena) hay en Diputados una página con detalle de la Administración de la Cámara. Y una terminal directa al Tribunal de Cuentas, puede controlar, simultánea y concomitantemente toda operación contable de la Cámara de Diputados. LA INNECESARIEDAD. El jacobino verdugo – pasajero de la máquina del tiempo – agregó enfático: no es importante hacer leyes en un país donde sobran las mismas; ergo el Poder Legislativo es innecesario. ¡Qué pensamiento omnipotente! Y, ¡Qué soberbia! Grande como la ignorancia que la alimenta. Que sobran leyes, seguro (aunque el periodismo mida la eficiencia únicamente por cantidad de proyectos). Pero, finalmente, se trataría de una facultad del pueblo, que a través de sus representantes, decide. Lo prescribe la Constitución. También hay leyes indispensables: Presupuesto; Avalúo Fiscal; Etc.. Seguramente el impío crítico preferiría que el marco de la Reforma Constitucional lo gestara un organismo formado por «intelectuales», preferentemente «brillantes». ¿Quién los designaría? La ciencia política establece que, más importante que la facultad legislativa, es el control por los legisladores. Haciendo indispensable como protección básica, las «inmunidades» y los «fueros» tan vapuleados en la prensa. Tildar de innecesaria a la legislatura, lamentándose simultáneamente de falta de «opciones alternativas en la República y la Democracia», constituye una incoherencia flagrante. En el banco de pruebas de la historia concreta, tanto como en la Teoría de la Política, el sistema republicano tiene acreditado el logro de representar fielmente a la oposición; principalmente en sus parlamentos. ALTERNATIVAS. Aunque el execrante censor promete en próximas entregas ahondar en los problemas de la representación, no se adivina si propugnará la Dictadura del Proletariado, un Líder Carismático o un Consejo de Notables, como alternativa a este sistema, condenado a la «degradación institucional» y la «irremediable decadencia». Su discurrir tiene una explicación: cuando afirma que la Legislatura debiera ser el más intelectual de los poderes incurre en un «lapsus freudiano»; la inconfesable expresión de su reprimido deseo. Que la representación del pueblo no puede ser acotada a solamente los ciudadanos intelectualmente superiores es opinión unánime. ¿Quién elegiría al calificador? De manera que los pueblos tienen los gobiernos que se merecen. Intempestivamente, el verdugo literario dictaminó que la composición de las Cámaras debe componerse de los hombres más brillantes y capaces. ¿Creerá que es falsa la afirmación de que la política es el arte de lo posible? ¿O preconiza el voto calificado? Tal vez así, él sería electo legislador. ¿Que no? Mmmm… Pudiendo estar, pocos se auto excluyen. Abona mi tesis el hecho de que sólo participa de manera muy indirecta en la cosa pública, apenas tangencialmente por intermedio de su cónyuge. Que ha sido durante muchos años asesora del Poder Legislativo; seguramente una excepción a las formas de reclutamiento y estilo de funcionamiento que denuncia.


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