EL CHE, otro mito burgués

Es incongruente la sensibilidad y hasta el desagrado de esta sociedad consumista, ante quienes expresan una visión desfavorable de Ernesto Che Guevara.  Mi negativa a ponerlo entre los grandes hombres a emular en mi galería de personajes ejemplares tiene fundamentos en una convicción. No por minoritaria, menos legítima.

El Che es la representación por antonomasia del mito, en su acepción connotada de ficción más que de realidad. Además, poco ejemplar.

Haciendo un examen desapasionado de su vida, resulta casi enigmático que hoy sea una leyenda. El misterio es mayor si se advierte que no hay ningún guevarismo emulándolo en su forma de  intentar modificar la realidad. No, no tiene seguidores actuales. Hoy los intelectuales de izquierda (¿Existe la “intelligentzia” de derecha?) dejaron de promover la subversión violenta para tomar el poder (aunque a escondidas festejen las bombas de Al Qaeda). La subversión revolucionaria no está en boga en la feria de las ideas de este mundo mercachifle. Queda el fundamentalismo islámico.

Es famoso el comentario peyorativo que hacía del Che el escritor cubano Guillermo Cabrera Infante: “era un perdedor nato”. Aludía a su fracaso consuetudinario en cuanta gesta encaraba. Desde la función gubernativa, como ministro de Cuba, hasta exportando su fanático modo de hacer política. Como Ministro de Industria en Cuba, arrimó la economía al colapso, y como gestor guerrillero fracasó con todo éxito, tanto en Angola y Congo como en Bolivia. Nunca enroló seguidores, tampoco produjo escozor en las fuerzas de seguridad de ningún territorio; algo parecido a nuestro jacobino Castelli, en su campaña del Alto Perú hace doscientos años (en la hoy Bolivia). Careció de triunfos tácticos, también de planes estratégicos; a no ser que se tome como plan el catecismo marxista, con su método de interpretación del pasado y profecía del futuro. Es decir que comenzó con la herramientas equivocadas  y luego, con el tiempo, decayó.

La simpatía pretendida por todo movimiento subversivo, recién la obtuvo “post mortem”. En ámbitos alejados de la idea de modificar la realidad, como no sea la propia. Mucho menos si para ello hubiera que arriesgar el pellejo. Si viviera detestaría a gran parte de sus nuevos acólitos, por codiciosos y frívolos. Siempre despreció el lucro como objetivo. Eso fue su virtud. Era un romántico, platónico y  como tal aristocrático.

Quizá el “leit motiv” que presidiera todas las acciones de su vida, haya sido el martirologio suicida. Había en su búsqueda filosófica y práctica de emprendimientos con riesgo extremo, una constante: su propia muerte. Con un concepto heroico de la vida, lo que inspira adhesión casi siempre. Los sociólogos influidos por el psicoanálisis hablan de una “pulsión de muerte”. Un paso a la posteridad con ribetes épicos, que sirvió para dignificar, póstumamente, una vida ausente de triunfos  laborales, familiares o de cualquier otra índole. Muriendo prematuramente, esquivó la fatalidad de enfrentar la senectud. O la madurez, con su balance final de una vida con más errores que aciertos.

Hay crímenes pasionales y crímenes cerebrales. La guerrilla terrorista aborda la violencia desde la lógica rigurosa. Cuando la filosofía o la religión justifican el homicidio, estamos ante una ingeniería del crimen; todo fundamentalista comparte la calificación de criminal lógico. Su aparente apasionamiento es fruto de la especulación mística o del teorema histórico.

Como el terrorista es un manipulador de la Historia, prefirió que lo asesinaran y lo hicieran mártir.  Si los Rangers bolivianos, en lugar de aniquilar la guerrilla con pura violencia militar, hubieran evidenciado su falso humanismo, su fanatismo, habrían abortado la quimera de su metamorfosis de victimario a mártir. Si hubieran publicado esas  partes del Diario del  Che, cuando se relame por el olor a la sangre a derramar, o cuando cuenta que fusiló dos inocentes campesinos, para que no lo delaten, hubieran mostrado un perfil deplorable. Pero no, ennoblecieron al protagonista y – elevándolo a héroe – parieron el Mito. Jerarquizándolo de cruel victimario ideológico a mártir de sus ideas.

Morir por un ideal hace admirable la acción. Y, a la idea, más hermosa. Aunque no más verdadera.

Todo crimen es detestable. Si no es en defensa propia, matar es repudiable. El terrorismo niega la universalidad del hombre. La violencia revolucionaria busca legitimarse dando muerte y suicidándose.

Hay un aspecto rescatable del Che: la delicadeza de trato que tuvo con los más próximos. Incluso con algunos pocos enemigos que exceptuó fusilar. Según parientes y amigos tenía modales y distinción aristocráticos. (Excepto una hija que lo acusa de abandónico). Todo muy propio del romántico que, me parece, era.

Que nuestra burguesía admire al Che será para reivindicarse de tanto pancismo ramplón. Una fácil compensación de su cinismo excluyente, que solo conoce el precio de todo y el valor de nada. Una manera de imaginarse a si mismos algo quijotescos, aunque con su vuelo gallináceo solo alcancen a emular al rústico Sancho.

El Che me recuerda al Lavalle evocado como “la espada sin cabeza” Poniendo todo el corazón en cada empresa, sin mucha especulación o plan que presidiera sus acciones; sus metas alcanzaron tenues logros.

Pero el misterio, el enigma a descifrar, es el usufructo de la memoria actual.  Quizá la punta del ovillo de la incógnita de su gloriosa posteridad, en parte, está en su imagen eternamente joven; como Gardel, se retiró a tiempo,  en el caso del Che más voluntariamente. Guevara goza de una imagen gráfica de excelente impronta: jovial, buen mozo, viril, fácil de exhibir como propaganda; primero del marxismo finalmente del comercio de imágenes. Esta contribución fundamental de su apostura bizarra – obra magna de su fotógrafo – sirvió para tapar su impericia e irreflexión en los actos de gobierno y en sus batallas.

Hoy es el mejor “prêt-a-porter” del progresismo y de las ventas. Y, si la guerra es la continuación de la política por otros medios,  aunque haya perdido la guerra, ahora sirve para que algunos hagan política. Para eso se usan los héroes.

Sigo pensando que morir por una idea no la hace mejor.

 

Publicado en DIARIO LOS ANDES – Jueves 13 de Noviembre 2008


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Comentarios

2 respuestas a «EL CHE, otro mito burgués»

  1. Avatar de Mitos burgueses
    Mitos burgueses

    El verdadero poder es el poder económico.

    Cuántas Venas abiertas de América Latina que faltan por ser leídas.

    Saludos !

  2. Avatar de Freiherr Gott
    Freiherr Gott

    La historia de un burgues aburrido, que salio en busca de aventura, en la actualidad pasaria sus horas jugando a la nintendo wii con su plasma de 42″. Un asesino mas de la historia escrita por «los buenos». Burgues aburrido asesino, dictadura del proletariado ???
    cada cosa en su lugar, El martillo al taller y la hoz al trigal

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