Emergencia de Armas y Superpoderes

       El proyecto de ley declarando la emergencia en materia de armas en la República Argentina es el paso previo a tener ese aspecto del país bajo la férula del PEN, con superpoderes para legislar, salteando al Poder Legislativo. La ley que otorgó al Poder Ejecutivo la facultad de legislar, sólo pide como requisito previo para usar los «superpoderes», la declaración de Emergencia sobre el aspecto de la administración cuya zona el Poder Ejecutivo desea normar. La facultad del PEN de legislar prescindiendo del Congreso no es -como traslucen los medios masivos de comunicación- referida sólo a cuestiones presupuestarias (lo que ya sería grave), sino que abarca todos los temas de administración del país. Es fácil deducir, entonces, que una vez sancionada la emergencia en materia de armas, el PEN gozará de la extraordinaria facultad legislativa de sustituir al Poder Legislativo y dictar leyes. Así, una vez declarada la emergencia en materia de armas, el PEN dispondrá a voluntad cómo legislará para restringir aún más, la estrecha – por excesivamente reglamentada – libertad de los argentinos, en materia de tenedores legítimos de armas. Porque no ha sido su voluntad disminuir las armas usadas delictivamente, sino las legítimamente poseídas.

       Aunque haga propaganda todo el tiempo sobre su interés en la inseguridad. Muy bien podría decirse que este gobierno ha decidido salir a la caza del armamento. Pero, lástima que su vocación se limita a buscar las presas en el zoológico. ¡Así cualquiera! A ver cómo se las arregla con los delincuentes, buscando armas en la espesura. ¡Sólo la mala fé puede presidir esa maniobra cobarde e inconstitucional! Que utiliza tramposamente el sistema parlamentario para, eludiéndolo, intentar dejar inermes a los hombres de buena voluntad frente a los delincuentes armados.

       La decisión gubernamental justifica la resistencia civil, porque prohibe de hecho la defensa propia ante un ataque delictivo.

       El desatino más evidente surge de las actitudes del jefe máximo del RENAR, que acompaña al promotor del canje de armas en Mendoza, estrepitoso fracaso vendido internacionalmente como un éxito a emular.

        El promotor del canje escribe y difunde siempre su actitud pacifista e ingenua, pretendiendo refutar la realidad delictiva violenta que nos abruma, con frases tales como: «Que lindo sería un mundo donde se huela a pan caliente en lugar de a pólvora…» Tanto candor sólo se explica en el promotor de la Red de Desarme Mundial, que es inocente, candoroso y… además para eso le pagan. En cambio, al Director del Registro Nacional de Armas, ¿Para qué le pagan? Parece que para lo contrario de lo que se hizo el organismo a su cargo. Los antecedentes de muchos de los que detentan el gobierno de la Nación son – o fueron – afines a las armas; y así lo expresaron en los setenta. Por eso hoy no es fácil creerles acerca de su supuesto pacifismo a ultranza que los llevaría a pensar: «las armas son malas, no hay que tenerlas, hay que desactivar todo pensamiento relacionado con las armas que parezca positivo; así sea el tiro al blanco olímpico, o la eventualidad de la defensa propia.»

       Sería más coherente suponer que quieren una sociedad desarmada, porque así será mas dócil a los efectos del dominio. Si no, ¿Cómo se entiende? El Gobierno y los Medios han hecho todo lo posible para instalar el pensamiento único de la conveniencia del desarme a los civiles, para la obtención de paz y seguridad. Cuando alguien se defiende con un arma, aunque cumpla con los requisitos de la defensa propia: peligro inminente, proporcionalidad en el medio empleado, Etc., lo tildan de «Justiciero», justicia por mano propia, dicen. E investigan a la víctima, que armada se defiende de la agresión de delincuentes con armas.

       Esto me hace acordar a los medios de comunicación y su particular modo de transmitir la realidad, al modo de tratar el caso de Nora, la mujer de Córdoba asesinada. Nadie se pregunta qué pensará el hijo de esa mujer que, así fuera la peor de todas, un pariente o amigo en cualquier otro país tendría derecho a impedir la difusión de su intimidad. La más elemental regla de ética periodística, lo impide. En la Argentina no. No se olviden de Cabezas, el periodista fotógrafo de Yabrán. Cuando insinuaron, para averiguar los motivos, que pudo haber hecho algo mal, la corporación los medios oponiéndose cerradamene, sentenció: «No corresponde que se investigue a la víctima». Y con la Dalmasso ¿Qué? ¿No sería el mismo caso? Y…, no. Ella no era periodista.

       Aunque ese periodismo de investigación que destruye su imagen no sirva para obtener la verdad del homicidio.

       Volviendo a las armas, una mendacidad sin lógica alguna, porque invitan al desarme del aliado y se despreocupan del enemigo. Claro, esto se inscribe en la nueva doctrina penal, el Derecho Penal del Enemigo. ¡Que tal! El Desarme que empuja esta decisión política hay que analizarlo rápida y profundamente, para llegar a los legisladores explicándoles lo perverso de la lógica que preside la intención de desarme. En primer lugar porque este desarme se funda en una utopía: que los delincuentes entreguen sus herramientas. Además, el argumento de que las armas de los legítimos usuarios y de las armerías, podrían ser robadas, es una chicana infame. Porque el robo más grande de armas, hace tres años, fue al Depósito de Armas custodiado por el Estado de Mendoza, que no pudo impedirlo. Pero, aunque no fuera el Estado la principal objeto de robos de armas, igual sigue siendo el único responsable de que se les robe a los particulares; armas y cualquier otra cosa.

         Los medios de comunicación deben convencerse de la importancia de enfrentar este sofisma, instalado como idea fuerza, de culpar a las armas de la violencia. Eso incrementa el delito; contentos los delincuentes al ver la ciudadanía desprovista de defensa. Y, porque constituye un avasallamiento al más elemental derecho, el derecho a la vida; respaldado únicamente, ante la deserción del Estado, en la defensa propia. El desarme provocará resistencia civil. Hasta Santo Tomás avala la resistencia a la opresión. Cuando el Gobierno destina su poder para dañar al pueblo, este reasume su soberanía y se resiste. Más allá de la teoría, ante la inminencia de quedar desamados, cualquiera con dos dedos de frente y el instinto de supervivencia fresco, no obedecerá.

UNO

21-03-2007


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