En su momento asistí, con pena y sin sorpresa, a la sanción de la ley 26216, declarando la emergencia, exclusivamente en el tema de las armas legales. Espejo del “plan de canje de armas” (también instrumentado en la Nación) de autoría de un sublime funcionario provincial ad hoc, luego migrado a Director de la DINADIF; lugar donde creo si cumplió.
El funcionario, representando a la Fundación del Desarme Argentino, con la complicidad de alguna prensa promotora de la industria cultural, ejerció el marketing en su modo de “propaganda institucional”. Y obtuvo el magro “beneficio” de sacar de uso apenas un centenar de armas. Porque no se puede llamar tales al grueso de lo entregado voluntariamente (inútiles fierros viejos, luego convertidos en propaganda como “arte” escultórico).
Hablando de espejo, los funcionarios que preconizan el desarme indiscriminado son reflejo fiel del Señor de la Guerra: mercader de armas, despreocupado de su responsabilidad por las consecuencias de su venta. Análogamente, el representante argentino de la Fundación Para el Desarme, seguramente se sentirá sin responsabilidad por las consecuencias dañosas de su tarea desventurada.
Aunque, si es viable demandar al Estado por incumplimiento de sus obligaciones, también los desarmistas deberán indemnizarnos, por su imprudencia, impericia y negligencia al legislar la impunidad del que entrega un arma sin verificar si fue instrumento del delito. También por soslayar el objetivo de preservar la seguridad instrumentando boberías, aparentando diligencia. Cabría demandarles la reparación de daños por dejar indefensas las víctimas de delitos violentos, al concederle – contra todo consejo – ventaja al delincuente, monopólicamente armado, unilateralmente. Unilateralidad agravada con el plan desarme.
Solo los estados policiales desarman la civilidad. Lo hicieron la Alemania nazi, la Italia mussoliniana y la Cuba castrista.
Contrariamente, Suiza, cuyo deporte nacional es el tiro al blanco, cuenta con dos millones y medio de armas en 7,7 millones de habitantes. Un fusil de asalto en el placard por ciudadano, dada la tradición de quedarse con el arma con que se prestó el servicio militar.
Lo mismo Suiza es sede de más de 250 ONG y organizaciones internacionales, como la Cruz Roja. El Art. 54 de la Constitución Helvética, “asegura la convivencia pacífica de los pueblos y salvaguarda las bases naturales de la vida”. Un país de democracia y paz; neutral en las dos guerras mundiales. Si las armas fueran malas, ¡Qué paradójico! No hay contradicción ni paradoja: Las armas no son malas.
También Canadá, un país seguro pese a tener muchas armas por habitante, por su tradición cazadora. Lo dice Michael Moore, en su film “Bowling in Columbine” (Oscar mejor documental 2002). Allí afirma que las muertes por disparos en EEUU son atribuibles a la pluralidad étnica. Y no explica porqué Canadá, con etnia plural, casi no sufre muertes por disparos.
Para los desarmistas, México no tiene explicación: Solo en la guerra del narcotráfico, sumó 30.000 muertos en los tres últimos años; aunque haga veinte años que las armas fueron fuertemente restringidas.
Somos protagonistas y víctimas de una crónica del drama y el contrasentido. Intérpretes sumisos de la Historia Universal de la Indignidad: El pueblo, subyugado con sofismas, convencido de encarar la solución de sus miedos, pierde el saldo de su inocencia, junto con su derecho a la legítima defensa.
Capítulo segundo: Embaucado, descubrirá el despojo y la vejación; pero tarde. Su vida y fortuna serán indefendibles. Deberá dar bolsa y vida, inerme ante el delincuente armado. Los beneficiarios serán los adictos a lo ajeno; excluyentes detentadores de las vilipendiadas armas.
Primero nos desampararon de toda protección (en los noventa creció el delito el mil por ciento), y ahora vienen con que la violencia es culpa de las armas. ¡Por favor! ¿Todavía sostienen que la muerte la inflige la flecha? ¿Siguen sin buscar al arquero?
Peor todavía es el modo de debatir de estos “pacifistas” fundamentalistas, esgrimiendo datos falsos: Por ejemplo, en un diario de la provincia (9-6-05) el mismo funcionario afirmó que “…la atención de heridos y muertos en hospitales latinoamericanos por esa causa lleva el 14% del producto bruto interno”.
¡Qué bien mentido! El porcentaje supera todo lo gastado por las fuerzas armadas y de seguridad en todo el subcontinente. Cuando el presupuesto de salud argentino apenas llega al 2 % de su producto bruto. No es una opinión respetable. Solo desinformación en fraude a la verdad. Por la codicia de lucrar, como detentadores de la marca: Fundación Red de Desarme Argentina, subsidiaria de la fundación británica que medra tras esta meta.
No solo falsifican, también ahuecan la voz con tono doctoral e indigente poética. Como cuando el delegado para el Desarme, en el mismo artículo repitiera: “Mejor que el olor a pólvora, el olor a pan”. Sin intentar un mínimo argumento convincente.
Además de mentir desembozadamente, utilizó el golpe bajo del impacto emotivo, salteándose la explicación lógica. Típico de quien no teniendo razones par persuadir, recurre al pensamiento mítico, a metáforas únicamente. Como la propaganda que invita a consumir un producto nocivo mostrando una sensual fémina (cigarrillo y sexo unidos). Cuando se carece de razones, no hay como las imágenes o la metáfora, mientras más visceral, mejor.
La fundación para el desarme mundial debería llamarse Fundación para el Desarme Mundial de los Honestos Registrados.
Deja una respuesta