Periodismo y Etica

Al leer el editorial de Los Andes del 17/12/00, pag. 12, contrario al proyecto de creación del Tribunal de Etica y Código de Etica del Periodismo, pude advertir que la libertad allí defendida, de democracia sólo tenía una apariencia dudosa; un mero manto camaleónico.

            La Democracia,  sobrevenido su triunfo práctico sobre toda otra ideología, parece amenazada de muerte. ¿Qué loco furioso se animaría a la insolencia de proponer su sustitución por otro sistema de gobierno?

            Más, a pesar de su aparente fortaleza,  la democracia porta en su seno el huevo de la serpiente; una suerte de «Alien». El minucioso sistema de controles y división de poderes, la elección libre de sus autoridades y su consecuente soberanía indiscutida, se encuentran en crisis y al borde de la disolución casi consentida. Con el certificado de defunción de las ideologías el histórico optimismo, que durante siglos acompañó a cada ideología, se convirtió en un escepticismo pesimista.

            El sistema representativo, aparente paradigma insuperable de la Política, hoy es criticado precisamente como de representación cuestionable. Así la democracia, justamente al obtener la última de sus victorias, eliminado el comunismo practicante, titubéa como un ciego sin bastón . ¿Quién puede negar el clamor de descontento que pone en juego todo el sistema?  ¿O no está a la defensiva el sistema de partidos? Si es que no está ya condenado. Y ¿Cuál es la alternativa? ¿Quién ocupa el lugar de la representatividad partidaria? ¿Qué raro fenómeno conecta e interfiere a los representantes con los representados de modo exclusivo y excluyente?            El fenómeno al que los optimistas denominan la Democracia de la Opinión Pública. Y al  que los realistas  le reconocen únicamente apariencia democrática, un disfraz de libertad.

Pero a los dirigentes, a los que hacen política para transformar la realidad, los que gobiernan y en serio buscan «lo que debe ser»: las leyes; no  «lo que  es»: sondeos de opinión y encuestas, se les hace muy difícil divulgar  su opinión en igualdad de condiciones. Para el caso, mi parecer respecto de las bondades del proyecto de ley, posiblemente no tendrá cabida en ningún espacio del Diario Los Andes. Por el contrario seré declarado enemigo personal. Cuando la realidad es que no mantengo antipatía con el periodismo. 

En lugar de una polémica, de buen nivel y juego limpio, la discrepancia del diario es fundada con miles de palabras, tomando media página. Mientras que mi respuesta puede ser sometida a censura, disminuida a  250 palabras, si la publican recortada como carta de lector.  Eso me pasó, hace pocos meses, cuando me atreví a defender mi cabeza de la metafórica decapitación por parte del periodista De La Rosa. Pero lo grave de todo esto no es lo anecdótico del enfrentamiento con el que escribe. Bajo ese espejismo de libertad de prensa se esconde y acecha la dictadura de las encuestas de venta. Y con ella, la influencia anárquica de la «noticia espectáculo», como formadora de opinión.

            ¿Será una  casualidad que para la época de mayor influencia de la opinión pública se haya reducido al Estado a un mero administrador del Mercado? ¿Será casualidad que hoy los jueces resulten el arbitraje último hasta de la política? Véase la opción Bush-Gore.

            No es casualidad que a esta democracia representativa únicamente le respondan el populismo – carismático, el ecologismo mediático o meramente algunas O.N.G y uniones de empresarios. No es por azar que metan en la misma bolsa a los funcionarios electos, tildándolos de «clase política», aunque provengan de tres partidos y diferentes orígenes sociales. ¿No sabe el editorialista que las divisiones partidarias «-en conjunto, aisladas o con preponderancia de unas sobre otras-» (como describe él la conformación de las empresas dueñas de medios de prensa) conforman una paleta policromática de intereses, que por eso mismo  resulta a la postre el más fiel reflejo del pueblo?  Como dice Alain Minc: «La democracia de la opinión pública ha comenzado su reinado. Luchar contra ella es equivocarse de trinchera. Ignorarla es optar por su rostro más inquietante. Sólo nos queda una salida: intentar repensarla.» El proyecto denostado constituye un esfuerzo en ese sentido, emulando lo que existe en los demás países del mundo (EEUU; Alemania; Italia; Etc.). Invito al editorialista a un debate sobre la viabilidad o el desacierto del proyecto de ley de Etica Periodística.

            En la Argentina la corrupción no es un hecho individual ni únicamente de  sector, sino estructural. Que quede claro: todos estamos sospechados; cada uno en la responsabilidad de su quehacer. No puede confiarse a  la Justicia su saneamiento. La Justicia no es preventiva, serviría sólo para penar excepciones. Querer remediar la corrupción con la Justicia es igual que atacar una epidemia infecciosa mediante la cirugía.

De ahí la propuesta de leyes promoviendo la ética para cada uno de los quehaceres. Soy abogado colegiado por ley obligatoriamente con código de ética incluido. Como diputado, nobleza obliga: primero suscribí, fundé y voté la ley de ética de los funcionarios públicos, para luego propiciar la creación del  Tribunal y Código de Etica del Periodismo. En uso de mis facultades de legislador propongo establecer un Consejo Deontológico con miembros elegidos  por sus colegas periodistas. Presumiblemente, como humanos, necesitan reglas.

Quien resista someterse a pautas éticas de autoregulacion (tal cual todas las actividades del país), será considerado de  una arrogancia inexcusable. ¿O, ser periodista es ser más que humano?

 

Diarios: Los Andes – Uno

21-12-2000


Publicado

en

, ,

por

Comentarios

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *