UNA VOLÁTIL COEXISTENCIA

Se sabía que Bush favorecía enormes corporaciones, instrumentando la recuperación post guerra de Irak; hay mas civiles norteamericanos – con funciones lucrativas – que personal militar.

Hay algunos – los menos, los más poderosos – que no comprendieron que no se trata de ideologías. Sino de sobrevivir.   Para lo que necesitamos, primariamente, orden. Porque el orden en la escala de valores es poco jerárquica, pero básica; es un valor fundante. Y, últimamente, el orden está amenazado por la inseguridad creciente. La marginalidad genera violencia.

La  pretensión de las  ideologías por empatar derechos la logró el neoliberalismo con esta destemplada coexistencia. Deplorable. La indefensión ante el delito nos igualó; ricos y pobres resultamos víctimas de agresiones similares, e igualitarias.

Los poderosos de la tierra parecen obviar ese básico requerimiento, siguen lanzados a la búsqueda de la ganancia, sin importarles si en pro de ella deban perecer miles, millones. Hoy en EEUU hay 11.100.000 desempleados.

Simultáneamente, algunos de los aún no afectados  por la crisis mundial, desarrollan sus tentáculos;  lo que no está mal. Por ejemplo, el laboratorio que inventó el Viagra, Pfizer, hace unos días adquirió un rival, pagando 66 mil millones de dólares. Su compra no constituyó una fusión para subsanar problemas financieros, sino la adquisición oportuna que “aprovechando” la situación invirtió esa cifra, obviamente fruto de su ganancia. Bien dicen que toda crisis es una oportunidad, “et bon apetit”.

Inmediatamente, despidió veinte mil empleados. Obviamente para incrementar los beneficios. Manifiestamente suficientes para adquirir una rival por suma multimillonaria. Que el derecho al beneficio está implícito en el liberalismo económico y resulta legítimo, no está en discusión. Lo que deberían plantearse – tanto ejecutivos como accionistas – es si la ambición se debe límites, como por ejemplo la vida de sus empleados. Visiblemente, no es un límite para ellos. Paradójicamente, precisamente debido a su desmesurada codicia, el mundo financiero bordea el quebranto. Para mantener empleos y frenar la recesión, el tesoro de los EEUU y Europa deberá subvencionarlas. ¿Y las leyes del mercado?

Dice La Nación del 5 de febrero 2009: “Las empresas que han recibido dinero de los rescates financieros siguen burlándose de los contribuyentes.” “…se hizo público el martes, Wells Fargo, que recibió 25.000 millones de dólares en fondos federales, planeaba con alegría una serie de “excursiones-premio para empleados” en lujosos hoteles de Las Vegas.” Sigue La Nación: “Según el canal ABC, el Bank of América usó parte de su rescate de 45.000 millones de dólares para financiar un carnaval de cinco días frente al estadio del Super Bowl.” “Y Morgan Stanley aceptó sus 10.000 millones de rescate y luego organizó un congreso de tres días en Palm Beach.”

Seguramente la oposición a Obama, menospreciará, por “anecdótica”,  la disposición al gasto de los ejecutivos de grandes grupos económicos. Sobreestimando el “grave error” del miembro del gabinete presidencial que no pagó los impuestos por su chofer y su auto, o la de aquella funcionaria que tenía en negro su personal doméstico.

Falencias humanas tales, no son comparables: fallidos culpables gozando estipendios pródigos en plena crisis -mientras despiden millones de norteamericanos -, confrontados con  “olvidadizos” miembros del gabinete, sería pretender compensar la conducta de un asesino serial, denunciando a su jurado de fumar en lugares prohibidos.

Lo grave no sería la enormidad diferente de consecuencias; ni  la actitud cínica de un empresariado impertérrito ante la condición de arrojar a la calle millones de congéneres. Sino que, tampoco adviertan la falta de estrategia (de mínimo maquiavelismo), indispensable para detentar el poder, y gozarlo con tranquilidad. No lo entienden.  Emulan la ciega torpeza de los reyes y aristócratas durante la Revolución Francesa; bailando fiestas obscenas a la vista del pueblo hambreado. Ilusionados, puerilmente confían su vida a guardias contratados; su guardia pretoriana. Que seguramente oficiarán de “entregadores”, haciendo inteligencia de futuros asaltos. La codicia expulsa la co-existencia, lima la concordia. Faltarán guardias privados,  rejas, seguros,  para equiparar los niveles de seguridad del Estado de Bienestar. Que “disfrazaba” la desocupación, pero integraba la sociedad. No exhortamos a la solidaridad, sino a la supervivencia; una buena inversión.

Es tan abultada la fatuidad  de los ejecutivos, CEO’s y yuppies, como la  de sus accionistas. Pomposos oportunistas, absorbiendo sin recato toda la ganancia. Serán leyenda, protagonizando su fabula como mediocres mitológicos, sin mas ideal que la modestísima pretensión de achicharrarse en la hoguera de las vanidades; en un consumo sofisticado y – eso sí – carísimo.

Ni en el imperio romano las diferencias entre los poderosos y los miserables eran tan ostensibles.

Contaba un neyorquino en La Nación, que los más pudientes rehuyen hacer las compras de cincuenta mil dólares de un día cualquiera, a la vista. Se hacen remitir lo adquirido, temerosos del repudio. Anótese que no hablamos de Somalia o Mozambique, sino del centro financiero del planeta. También, que no es noticia de un medio socialista como Le Monde Diplomatique, sino de un diario  asumido como conservador.

Los ideólogos neoliberales ¿No hacen previsiones mínimas? A nadie le conviene el resentimiento generalizado por los contrastes.

En el mismo artículo del 5 de febrero: “The New York Post reveló que Sandy Weil, ex ejecutivo jefe de Citigroup, usó un jet de la empresa para viajar en Navidad con su familia a un resort de lujo, de 12.000 dólares por noche, en México. No importa que la empresa haya recibido un rescate de 50.000 millones de dólares ni que haya despedido a 53.000 empleados”.

Norberto Firpo, también en La Nación, juega a dividir todo el dinero del mundo entre los 6.500 millones de humanos; le tocaría a cada uno 2,3 millones de dólares. Será que la Economía ya no administra escasos recursos para resolver  infinitas necesidades. Estaría probado que el capitalismo, además de insuperable en la creación de riqueza, es ciego en su distribución. Aspiración gubernativa mínima: Sin despreciar al mercado, refrenar su aritmética impiedad sofocando la marginalidad. La mano invisible del Mercado no prohíbe que la riqueza descomunal sea también razonable.

¿Qué mano invisible? No será, como dice Obama: se trata de quién manda. Las corporaciones económicas o el gobierno.

Publicado en DIARIO UNO  3 de marzo 2009

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